Un sol más intenso y lluvias que se transforman en inundaciones han cambiado la rutina en muchas comunidades de California. La frecuencia y severidad de estos eventos no solo afectan el paisaje: están reconfigurando la vida diaria, la economía y la planificación estatal. En respuesta, el gobierno federal ha destinado 95 millones de dólares en asistencia para que California enfrente sus extremos climáticos con soluciones prácticas y sostenibles.
Los efectos se sienten de forma particular en regiones como el Valle Central y San Diego, donde la comunidad hispana –especialmente la mexicana– representa una parte clave de la fuerza laboral agrícola y de servicios. Inundaciones repentinas y temperaturas récord impactan directamente en su bienestar, vivienda y empleo. Por eso, programas como BRIC (Building Resilient Infrastructure and Communities) no son solo estrategias ambientales: son acciones que protegen a familias reales, barrios enteros y cadenas productivas locales.
Clima extremo y justicia ambiental
El financiamiento incluye modernización de sistemas de drenaje, fortalecimiento de infraestructuras contra incendios forestales y construcción de zonas seguras. En San Diego, por ejemplo, se prioriza proteger áreas de alto riesgo donde viven miles de trabajadores esenciales. Esta inversión busca anticiparse, no solo reparar daños después del desastre.
El liderazgo estatal también ha sido clave. La Oficina de Servicios de Emergencia de California (Cal OES) ha coordinado planes regionales con enfoque en justicia climática, considerando el impacto desigual en comunidades latinas. Además, iniciativas como “Safeguarding California” promueven soluciones basadas en ciencia y participación ciudadana.
¿Interesado en el tema? Mira también: Muere mujer mexicana al caer del muro fronterizo






