En las primeras horas del 5 de noviembre, el cielo sobre la costa californiana se iluminó brevemente cuando la Fuerza Aérea de Estados Unidos lanzó un misil balístico intercontinental Minuteman III desde la Base Vandenberg, a unos 250 km al norte de Los Ángeles. Aunque el proyectil no contenía carga explosiva, su alcance simulado de más de 6 mil kilómetros generó atención global y renovadas discusiones sobre defensa estratégica.
El lanzamiento no fue sorpresivo. El Comando de Ataque Global de la Fuerza Aérea había anunciado la prueba con antelación, subrayando que se trataba de una operación rutinaria para validar la confiabilidad del sistema nuclear de Estados Unidos. Este tipo de pruebas, según el Pentágono, no responde a ningún evento internacional en particular, pero se enmarca dentro del programa de disuasión estratégica activa del país.
Misil intercontinental y estrategia global
El Minuteman III, operativo desde la década de 1970, representa uno de los pilares del llamado “tríada nuclear” estadounidense. Aunque se espera que en los próximos años sea reemplazado por el nuevo sistema Sentinel, su uso sigue enviando un mensaje claro: la capacidad de respuesta inmediata de Estados Unidos permanece vigente.
En un contexto de creciente tensión global, donde el equilibrio de poder entre superpotencias se reconfigura, esta clase de ejercicios militares se interpretan como demostraciones de fuerza y estabilidad. Para comunidades latinas, especialmente mexicanas, que residen en California, estos eventos no solo despiertan interés geopolítico, sino también reflexiones sobre cómo estos movimientos militares impactan la percepción de seguridad en la región.
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