La fuerza de una identidad convertida en arte acaba de lograr un nuevo hito en el panorama cultural internacional. En Nueva York, el cuadro “Diego y yo” de la pintora mexicana Frida Kahlo fue subastado por 54.6 millones de dólares, convirtiéndose en la obra más cara jamás vendida de un artista latinoamericano.
Este retrato íntimo, pintado en 1940, refleja la intensa relación entre Kahlo y Diego Rivera. Aunque su origen se remonta a mediados del siglo XX, su impacto sigue vigente, elevando no solo el valor de su obra sino el reconocimiento de la creatividad mexicana en las grandes ligas del arte global.
Frida Kahlo impulsa el valor del arte mexicano
Además, el comprador fue Eduardo F. Costantini, un empresario argentino y fundador del Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (MALBA), lo que garantiza que la obra seguirá expuesta al público. Este gesto no solo preserva la accesibilidad cultural, también impulsa el prestigio del arte latinoamericano en espacios museísticos de primer nivel.
Del mismo modo, el récord anterior también lo tenía Frida, con una obra vendida por 8 millones en 2016. Superarse a sí misma representa más que una marca comercial: es un reflejo de cómo su legado trasciende generaciones, lenguajes y geografías.
Este fenómeno también revela un giro interesante en la economía del arte: cada vez más coleccionistas están dispuestos a invertir cifras récord en obras que representan narrativas locales, voces femeninas y símbolos de resistencia.
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