El amanecer de San Diego tiene su propio ritmo, pero hay días en que el silencio lo rompe una noticia que sacude la conciencia colectiva. La familia de Celina Kenyon, una de las seis víctimas del trágico accidente aéreo ocurrido el 22 de mayo en Tierrasanta, ha presentado una demanda por homicidio culposo contra el patrimonio del piloto Dave Shapiro, quien también perdió la vida en el siniestro.
De acuerdo con la demanda, Shapiro fue advertido sobre la densa niebla que cubría el aeropuerto Montgomery-Gibbs en las primeras horas de la madrugada. A pesar de las advertencias, el piloto intentó aterrizar a las 3:47 am, momento en que la aeronave se estrelló y provocó una explosión que afectó más de veinte autos y varias viviendas del vecindario.
La familia Kenyon busca una compensación económica por los gastos funerarios y por la pérdida del sustento que Celina proporcionaba a su hija. El caso no solo busca reparación, sino que también reabre una conversación urgente sobre la cultura de seguridad en la aviación civil y la responsabilidad compartida entre pilotos y autoridades locales.
Seguridad aérea bajo revisión
Por otro lado, tres residentes de Tierrasanta han emprendido acciones legales contra la ciudad de San Diego, alegando fallas en las luces de pista y en los sistemas meteorológicos del aeropuerto, además de trauma emocional por haber presenciado el impacto y las llamas. En consecuencia, la investigación podría extenderse hacia la gestión municipal y la regulación de vuelos nocturnos en condiciones adversas.
Más allá de la tragedia, este caso refleja el pulso de una ciudad donde la innovación y la infraestructura conviven con la vulnerabilidad humana.
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