Las calles de San Diego se llenan de color, aromas y recuerdos cada noviembre. Lo que comenzó como una celebración íntima para honrar a los ancestros se ha convertido en una expresión cultural compartida por toda la comunidad. Hoy, el Día de los Muertos une generaciones y fronteras, reafirmando la identidad mexicana y latinoamericana en California.
Los altares, o ofrendas, siguen siendo el alma de esta festividad. En cada fotografía, vela o flor de cempasúchil se refleja el vínculo entre quienes partieron y quienes permanecen. La esencia del festejo está en el amor, no en la forma. Algunos hogares mantienen el estilo tradicional, mientras otros optan por versiones minimalistas y contemporáneas. Lo importante, como dicen los guardianes de esta herencia, es no perder el significado: recordar, agradecer y celebrar la vida.
Día de los muertos: comunidad y evolución cultural
El impacto cultural de películas como Coco llevó esta celebración más allá de México y reforzó su presencia en Estados Unidos. En San Diego, los festivales del Día de los Muertos reúnen a familias, artistas y emprendedores que transforman los parques y avenidas en un mosaico de arte, música y gastronomía. Sin embargo, el reto está en mantener la autenticidad frente a la comercialización.
Cada altar comunitario, cada desfile con catrinas o cada platillo preparado con cariño demuestra que la tradición no se ha diluido, sino que evoluciona. La celebración es también un espejo de la diversidad de la región, donde las raíces mexicanas y chicanas florecen con orgullo y creatividad.
Mientras grandes tiendas venden kits de “haz tu propia ofrenda”, artistas locales rescatan el simbolismo original del Día de los Muertos con talleres, murales y exposiciones que enseñan el valor espiritual de esta costumbre. Lo esencial, recuerdan los expertos, no es la estética, sino el vínculo emocional con quienes nos precedieron.






