Cuando una vida se detiene, otra puede empezar de nuevo. Esa es la esencia de la donación de órganos en México, donde cada acto altruista no solo extiende la existencia de alguien más, sino que transforma familias enteras. A pesar de este potencial, la cultura de la donación aún enfrenta barreras profundas, tanto sociales como institucionales.
México reportó más de 20 mil personas en espera de un trasplante, pero solo una fracción logra recibir uno a tiempo. El principal órgano solicitado es el riñón, seguido por la córnea. Lo alarmante no son solo las cifras, sino la velocidad con la que crece la lista de espera frente a una respuesta social que no avanza al mismo ritmo.
La palabra clave es donar órganos, pero lo importante es decidirlo en vida
La Secretaría de Salud ha impulsado campañas educativas, pero aún hay desconocimiento sobre cómo convertirse en donador. Muchos mexicanos creen, erróneamente, que el proceso implica costos o que se requiere consentimiento familiar incluso si ya se ha manifestado la voluntad en vida. En realidad, la Ley General de Salud permite a toda persona mayor de edad registrar su decisión, un acto que puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte para alguien más.
San Diego, hogar de una amplia comunidad mexicana, puede desempeñar un papel clave como puente de concientización. Los lazos familiares y culturales que cruzan la frontera convierten al sur de California en un espacio natural para promover información y solidaridad en ambos lados.
La Coordinación Nacional de Trasplantes reportó que, en lo que va del año, se han realizado más de 3,400 trasplantes, cifra que, aunque positiva, representa apenas el 17% de las necesidades nacionales.
