Un giro tecnológico silencioso está transformando la dinámica migratoria entre México y Estados Unidos. La Patrulla Fronteriza del sector San Diego detectó un patrón inusual: drones operando desde territorio mexicano que parecían anticipar cada movimiento de los agentes estadounidenses.
Esta revelación no solo marca un punto de inflexión en los mecanismos de vigilancia de grupos criminales, sino que también expone un nuevo nivel de sofisticación en las redes de tráfico de personas. En lugar de actuar a ciegas, estas organizaciones utilizan drones para monitorear rutas, analizar tiempos de respuesta y planear cruces con una precisión milimétrica.
El uso de drones en zonas como Otay Mesa y el área de Imperial Beach está siendo documentado por oficiales fronterizos, quienes ahora enfrentan el desafío de responder a una inteligencia aérea constante. Las operaciones no ocurren a gran altura, pero la baja altitud permite una visión clara del terreno y del movimiento táctico de los agentes, como reveló el jefe del sector San Diego, Anthony Good.
Coordinación binacional frente a drones en la frontera
El fenómeno ha encendido alertas tanto en autoridades estadounidenses como mexicanas. La Patrulla Fronteriza ha compartido datos con agencias del lado mexicano, incluyendo la Guardia Nacional y otras corporaciones locales, en un esfuerzo por desmantelar la infraestructura de vigilancia criminal.
Este despliegue de drones no solo representa una amenaza logística, sino también simbólica: señala una reorganización del poder en la frontera. Grupos que antes dependían de información humana ahora operan con una precisión digna de organismos militares.
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