La calma de un domingo en París se rompió con el sonido de las sirenas. Tres hombres enmascarados entraron al Museo del Louvre y robaron joyas de la corona francesa, un golpe que sacudió al país y al mundo del arte.
El asalto ocurrió a las 9:30 de la mañana, apenas media hora después de la apertura del museo. Los ladrones usaron un montacargas en obras para acceder a la Galería Apolo, donde se resguardan algunas de las piezas más valiosas de Francia. En minutos abrieron dos vitrinas y escaparon en motocicletas. En la huida dejaron caer una corona del siglo XIX, encontrada rota cerca del museo.
El robo en el Louvre pone en jaque la seguridad cultural de Francia
La ministra de Cultura, Rachida Dati, aseguró que los atacantes actuaron con precisión y sin violencia. “Sabían exactamente lo que buscaban”, declaró. Por su parte, el ministro del Interior, Laurent Núñez, admitió que los museos franceses siguen siendo vulnerables, incluso con las medidas más estrictas.
El Louvre cerró ese día por “razones excepcionales”. Las imágenes de visitantes evacuando el museo circularon por redes sociales, mostrando la confusión alrededor de la icónica pirámide de cristal. Dentro, los ladrones habían logrado su objetivo: las joyas históricas de Napoleón, Napoleón III y las emperatrices María Luisa y Eugenia.
El arte vuelve a enfrentar su fragilidad
No es la primera vez que el Louvre sufre un golpe de este tipo. En 1911, un empleado robó la Mona Lisa y la llevó a Italia. En 1998 desapareció una pintura de Camille Corot, nunca recuperada. Ahora, más de un siglo después, la historia vuelve a repetirse.
Los expertos estiman que las joyas robadas podrían valer millones de euros, aunque su verdadero valor es simbólico. En palabras de la ministra Dati, “no se trata solo de oro y diamantes, sino de una parte de nuestra memoria colectiva”.
