San Diego vive un momento crítico marcado por la dificultad creciente para acceder a una casa propia. La capacidad de compra se desploma y la crisis de vivienda aumenta mientras los precios avanzan mucho más rápido que los salarios, una mezcla que transforma la estabilidad económica y emocional de miles de residentes en Estados Unidos.
Solo 15 por ciento de las familias que viven en la ciudad califican para adquirir una vivienda de precio medio, una estadística que acelera tensiones sociales y fractura expectativas generacionales. Incluso trabajadores con ingresos superiores al promedio reconocen que la posibilidad de comprar un hogar dejó de ser realista.
Tensiones que agravan la crisis de vivienda
La ciudad incrementó permisos de construcción en 2023 y 2024, aunque el aumento no compensa el rezago acumulado durante décadas. Los datos históricos revelan que la población creció con mucha más rapidez que la oferta habitacional, lo que mantiene la presión sobre los precios. También surgió un debate público que cuestiona la existencia misma del problema, pese a que especialistas confirman que la falta de vivienda incentiva desplazamientos y estancamiento demográfico.
Algunas comunidades costeras resisten nuevos desarrollos, mientras líderes locales señalan que la negativa perpetúa desigualdades.
Respuestas políticas y desafíos a largo plazo
Diversas voces dentro del gobierno plantean que la ciudad necesita intervenir de manera directa en la construcción de viviendas para equilibrar costos y reducir la dependencia del mercado privado. La propuesta busca retomar modelos históricos en los que el sector público financiaba y administraba complejos habitacionales.
Un informe reciente del condado indica que, aunque los permisos crecieron de forma notable, la brecha entre demanda y oferta continúa ensanchándose y afecta tanto a jóvenes profesionales como a familias de larga residencia.






