Las familias indocumentadas en San Diego enfrentan una temporada navideña distinta, atravesada por el temor a operativos migratorios y la posibilidad de separaciones familiares. Tradiciones que antes reunían a comunidades enteras hoy se viven con cautela, puertas adentro y con menor presencia en espacios públicos.
Gloria Sánchez, migrante originaria de Sinaloa, ha vivido más de dos décadas en Estados Unidos. Sin embargo, en los últimos meses redujo al mínimo sus salidas del hogar. La incertidumbre migratoria transformó rutinas cotidianas y también la manera en que su familia se prepara para las fiestas decembrinas.
El miedo redefine la vida cotidiana
Encuestas recientes muestran que una mayoría de personas sin estatus migratorio evita viajar o participar en reuniones por temor a ser detenidas. En muchos hogares, el estrés emocional se acumula ante la posibilidad de que un integrante sea deportado y el núcleo familiar se fracture.
Ese ambiente de ansiedad también impacta la economía local. Comerciantes de barrios con fuerte presencia migrante reportan menores ventas, ya que muchas familias priorizan ahorrar ante cualquier emergencia legal o económica.
La fe sostiene a familias indocumentadas
Pese al miedo, algunas tradiciones resisten. Celebraciones religiosas como la de la Virgen de Guadalupe continúan siendo un punto de apoyo espiritual. En parroquias de San Diego, sacerdotes reconocen una baja en la asistencia, pero también subrayan que quienes acuden encuentran un espacio de alivio y comunidad.
Líderes religiosos coinciden en que la fe ofrece contención emocional frente a un contexto que genera aislamiento y desconfianza. Para muchas familias indocumentadas, mantener estas prácticas representa una forma de preservar identidad y esperanza.
Navidades más sobrias, pero con esperanza
Regalos, grandes comidas y reuniones amplias quedaron en pausa para numerosos hogares. Aun así, el deseo de permanecer unidos y cuidar lo construido durante años sigue vigente. Para muchas familias, celebrar con discreción se convirtió en una estrategia de protección.
Aunque el panorama genera tristeza e incertidumbre, la resiliencia comunitaria continúa presente. Las familias indocumentadas siguen apostando por la vida cotidiana, la fe y la solidaridad como formas de resistir.






